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sábado, 25 de septiembre de 2010

En busca del alma del poeta (Completo; un escrito de Cristina)


‘‘Siempre pensé que la muerte era el peor castigo, aquello a lo que estamos condenados por pecados cometidos en vidas anteriores, y aunque es algo que a todos nos llega en su momento, debo decirlo, la muerte es el castigo de los valientes y la salvación, el regalo para los cobardes’’
Y al final el destino la había llevado a la entrada de aquella cueva que parecía penetrar hasta las mismas entrañas de la tierra, invitándola a adentrarse en aquel mundo oscuro y tenebroso.
Largo había sido el camino, acompañada siempre por un sol abrasador y sintiendo contra su pecho aquel colgante, frío hasta el extremo de quemar la piel. Ahora cuando estaba a punto de terminar su viaje, sintió temor, no sabía que le esperaba allí dentro, y recordó las palabras de aquella vieja hechicera que le advirtió que jamás nadie había regresado de aquel lugar.
,
Las leyendas contaban que aquella cueva era la entrada a los mismos infiernos, que quien entraba condenaba a su alma al fuego eterno por propia voluntad, entregando todo su ser a la tortura hasta el ultimo de los días, recordó como las ancianas de la aldea se santiguaban cada vez que escuchaban rumores de que alguien había visitado el lugar maldito.
Pero ella estaba decidida, no había dejado nada atrás, no tenia nada que perder, su hogar ya no existía, ya que para ella el era su hogar y allá donde estuviese lo sería, así que aun con la imagen de las ancianas en su mente y los ecos de las leyendas presentes se adentro hacia la oscuridad, expulsando aquello y recordando la razón por la cual estaba allí…
Recordó aquel día en el cual todo empezó, el apareció en la plaza de la aldea un mediodía de verano, cuando todos en la aldea necesitaban descansar y dejar de quebrarse la espalda bajo un sol abrasador. Anunció su presencia con fuertes voces. Al poco rato ya estaba el pueblo en peso expectante para escuchar a aquel famoso juglar, venido de las tierras del norte, desde donde se puede ver como el mar y el cielo se unen en un infinito abrazo, donde las montañas poderosas guardan las villas en su seno.
Ella estaba entre el publico, escuchando aquellos vellos versos que recitaba, según contaba la gente, compuestos por él mismo, por aquellas tierras las muchachas jóvenes le apodaban el poeta errante, y como no, eran las mismas que fantaseaban con poder estar algún día con alguien como él, tener una vida llena de aventuras y emociones.
Ahora recitaba un poema, en forma de balada, con cada estribillo las jóvenes suspiraban, pero ella no, ella estaba en el mas absoluto silencio, observando a aquel joven muchacho de piel bronceada y cabellera clara, deseando para sus adentros que aquella canción fuese suya.
El concluyo la actuación, a sus pies un platillo con algunas monedas, la gente empezó a dispersarse y a regresar a sus labores, la plaza se vaciaba por momentos, ella también se retiro hacia la sombra que proyectaban las columnas de la gran casa de piedra del alcalde, que destacaba entre las chozas de madera, observaba como el poeta era acosado por las muchachas del pueblo, que intentaban seducirle, en un ridículo intento, ellas no le conocían como ella, no conocían al poeta errante como ella, sabía lo que le pasaba por la cabeza, y conocía la melancolía que se escondía debajo de aquella sonrisa, ni el dolor que habitaba entre los versos de sus poemas.
Por fin consiguió librarse de ellas, paso la vista por la plaza y la vio, en su rostro apareció una sonrisa sincera, sin postizos, el se acerco, ella salió de la sombra, le devolvió la sonrisa, se abrazaron. Dos viejos amigos en un reencuentro, algunas de las mozas que estaban allí les miraban con envidia, y así hablando se perdieron el bosque, hacia donde iban en busca de un humilde arrollo que pasaba cerca de la aldea.
Se bañaron en aquel agua helada, sin miedos ni vergüenzas, hablaban sobre trivialidades, ella ocultaba en su alma lo que sentía y el era un enigma irresoluble detrás de aquella mascara de melancolía
Y allí amparados por la soledad se confesaron sus penas, el dijo que su amada no le conocía, ella que pronto lejos huiría, y entonces fue cuando aquella mascara dura se rompió,se habían amado en secreto con el temor a equivocarse y ahora por fin ella, una humilde aldeana y el un loco vagabundo eran felices en un mundo ideal, creado allí mismo nacido de unas cortas palabras y creado en unos pocos instantes. Se fundieron en uno, caricias que estremecían mas que los latigazos de aquella agua helada, y así mientras hacían el amor, se miraron fijamente...
[...]
Largo rato llevaba sin ver nada, a su alrededor criaturas dela oscuridad murmuraban, el agua que se filtraba entre las rocas dificultaba el avance, no sabía hacia donde ir, tan solo seguía adelante con la vana esperanza de poder encontrar a alguien, o algo, que la ayudara en su búsqueda, y así paso el tiempo en aquella opresiva oscuridad que no terminaba... y así estaba hasta que a lo lejos divisó una tenue luz, y hacia ella se encaminó como una polilla que anhela la muerte y vuela hasta el brillante fuego.
Y así entro en aquella amplia sala de la caverna, el brillo procedía de miles de pequeñas piedras que reflejaban una luz que procedía de si misma... alzó la vista hacia el centro de la sala y allí lo vio..
Entró en la caverna y allí en medio estaba ella, devolviéndole la mirada, aquella criatura de las tinieblas no era en absoluto como ella había imaginado, no era aquel ser viscoso que habían creado su imaginación, si no que en una roca, sentada bañada por el reflejo de millones de puntos de luz, procedentes de las paredes de la cueva, estaba sentada una niña, de largos cabellos de oro y una tunica negra, que la camuflaba con el fondo. Ella intento hablarle, pero aquella criatura ancestral, levantó una mano y le habló.
- Se quien eres, y se que te preguntas quién soy yo, te responderé, soy la guardiana de la puerta de las almas perdidas, llevó aquí desde el principio de los tiempos y aquí permaneceré hasta el fin de los días, incluso cuando tu seas polvo ya olvidado, cuando tu tumba ya no importe a nadie, yo seguiré aquí esperando el día ultimo, en el cual, incluso mi alma encontrara reposo – Hablo con la voz musical de una niña de cinco años, de echo esa era su apariencia.
- Bueno pues ya que sabes quién soy, también sabrás lo que busco aquí – Lo dijo un poco vacilante, temiendo que la respuesta que iba a obtener era aquella que tantas veces le había pasado por la cabeza – respóndeme, por favor
- Sí, buscas el alma del poeta errante, de aquel venido de las tierras del norte, donde el cielo, la tierra y el mar se unen en un abrazo, en donde se habla otra lengua, pero tengo una mala noticia, el no esta aquí, se escapó con las almas que trabajan las noches de luna llena recogiendo el brillo de las estrellas que es el que ilumina esta cueva, pero conozco a aquel tipo de almas, partió en tu busca, siempre intentan regresar junto a aquello que aman, pero no siempre lo consiguen, y querida joven, conozco el destino de todas las almas, incluso de la mía, de echo conozco el fin de los días , y el inicio de la oscuridad, conozco tu destino, el destino del viento, el destino de cada ente que exista, eso vive en mi memoria… Ahora te diré un secreto, debes conseguir ir al lugar donde terminan todas las almas, tienes que conseguir entrar en el jardín de la muerte y adentrarte en el país de las flores de cristal, pero no te será fácil, hace falta valor para entrar y aun te costara mas salir de el.
-Estoy dispuesta a recuperarle, dime, ¿Cómo llegar?
- Niña la entrada esta abierta a todo el mundo, pero no todos tienen el valor de entrar, y otra cosa, una vez allí no recordaras nada de esto, recordaras la aldea, la gente, pero no conocerás el por que de tu misión ni de donde vienes, también te diré que su alma esta encerrada en el pétalo oscuro, ahora no lo comprendes, esta claro, pero cuando llegues allí lo recordaras en su debido momento, pero no te distraeré mas, si quieres llegar, al de la caverna, y ponte junto al árbol negro, allí lo entenderás todo…
Salio y se dirigió, allí , pero no había nada, tan solo un abismo que caía en picado hacia un lugar donde la vista no alcanzaba, y lo comprendió todo, tenía que tomar una decisión, y lo izo, dio un solo paso adelante

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