Quienes somos

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viernes, 11 de junio de 2010

Hola, buenas tardes,siento que ahora mismo no pueda hacer una presentación digna, pero es que estoy trabajando y le prometí a Cristina que lo haría... prometo que en la segunda parte de este texto de presentación os diré quién soy, aparte de Esteban ^^


Espero que no os disguste demasiado mi primera entrada... ¡un abrazo y leed agusto! ¡Agur!




- Mírale, observa cómo tiñe el suelo con sus lágrimas.
- ¿Cómo es posible que después de tanto tiempo aún pueda llorar?
- ¡Ay! Es un alma desgraciada, sufre por los males ajenos y se olvida de los suyos. No son sus lágrimas las que caen, son las de aquellos que, a pesar de soportar el peso de injusticias, muerte y desamores, siguen andando con firmeza y la frente en alto. Él llora por ellos.
- ¿Se olvidó de sí mismo? Es una pena, estando ahí parado, sin sentir por él, no tardará en pesar tanto que sus pies no aguantarán. Quizá reviente.
- O quizás no. Nadie sabe con certeza el tiempo que lleva ahí de pie. No come, no bebe, no habla, no observa, no sueña, no se enamora ni odia, ni siquiera tiene la decencia de vivir. Sólo llora.
- ¿Cómo, si hay un sano juicio en este lugar, se le ha permitido estarse allí en tan peligroso estado?
- La gente se ha acostumbrado a él. Muchos, incluso, han nacido teniéndolo a la vista cada mañana cuando se asoman por sus ventanas y le ven. Es un alivio para todos.
- Me parece una negligencia por parte de todos, incluyéndome que, aunque acabo de llegar, no he movido un dedo por él. ¿Debería?
- ¡No! Sería una insensatez. Es cierto, como bien tú dices, que cometemos desidia ante la desgraciada situación de ese hombre, pero entiéndelos... cada día que pasa se someten a castigos duros, mucho a veces. Ese hombre es parte de sus vidas, por eso sigue viviendo. Al despertar, cada mañana, y verlo ahí parado se sienten con los ánimos suficientes para seguir andando, para seguir luchando por, incluso, batallas perdidas. De despertar un día y no verlo, decaerían, no lo soportarían. Están atados a una estatua que, aun siendo de carne y hueso, les ha dado esperanzas. Porque, dicen los cuentos, el día en que se paró ahí para llorar por sí mismo, vio desde aquellas alturas el dolor que su pueblo sufría y, apenado, lloró por ellos, porque no podía hacer nada al respecto... y se juró que jamás volvería a llorar por sí mismo con el egoísmo de antaño. Y ahí se quedó, observando siempre a los que abajo sufrían y lloraba por ellos, y les decía: “¡No lloréis, amigos. Sé que no puedo hacer nada para ayudaros, sé que lo que hago ni siquiera os dará el provecho que esperáis que os dé, pero si con mis lágrimas puedo quitaros el peso de las vuestras de encima, lo haré, ya que no soporto veros sufrir y yo ya he sufrido demasiado!” y ahí se quedó, llorando y día a día la gente fue confiando en él hasta que un día, sin darse cuenta, se despertaban con el ánimo por los cielos y sin el enorme peso de la pena encima. Hoy le dejan tributo, flores de todo tipo, comida (que se la comen los menos agraciados) y, cuando llueve, una manta. Pero especialmente, a cada mañana, se asoman por la ventana y le piden que ya no esté ahí soportando el peso de sus lágrimas, que se mueva y se marche, que lo necesitan pero que él merece vivir. Y a pesar de todo él sigue ahí...
- Y si todos le dicen que se marche, que viva su vida, ¿por qué se queda?
- Por mi parte no sé responder a tu pregunta, de hecho me la hice tantas veces que ya me he resignado. Y esa es la cuestión, lo extraño de la situación, todos en muchas circunstancias nos hemos rendido en los actos que nos parecen inútiles. Yo creí que ya era inútil, que no servía para nada hacerme la pregunta que me hice tantas veces y de la que no obtuve respuestas, entonces lo dejé. Él sin embargo sigue ahí, no dio explicación alguna, se quedó allí parado, sin más y se dijo que si eso aliviaba, al menos un poco, a la gente que amaba, si con la mera presencia de su amor lograba conseguir apaciguar el dolor de todos a quienes adora, valía la pena. No se pregunto, me figuro, por qué hacía eso, sólo lo hizo...
El joven forastero volvió al hotel en el que se hospedaba y no pudo evitar seguir pensando en la estatua, una estatua que era un hombre vivo pero que no se movía, sólo lloraba. Y se preguntó muchas veces la razón por la cual una persona lo daba todo, incluso su vida, para sosegar el dolor de todos aquellos que lo rodeaban, a los que amaba y a los que odiaba. Ojalá él tuviera las agallas de hacer lo mismo... Y no durmió, anduvo dando vueltas en su habitación intentando encontrar las respuestas a incógnitas que jamás podría resolver, a menos que...
Cogiendo, sin dudarlo, su abrigo, puesto que afuera llovía y hacía frío, salió corriendo del hotel y fue al encuentro de aquél al que tanto envidiaba por su valentía, por su honor, y por la valía de su alma. Al llegar, exhausto, se quedó unos instantes observando a la estatua y pasados unos minutos se arrodilló ante él y dijo:
- Dime, ¿qué te da las fuerzas para seguir? ¿qué te motiva a seguir en pie, llorando por quienes no hacen nada por ti, sólo desean pero se mantienen de brazos cruzados? No les importas, sólo te guardan por su bien, no por el tuyo -pero no obtuvo respuesta, ¿qué más? Él lo sabía, pero no le importó, y preguntó- ¿esperas, quizás, a alguien que un día venga y llore por ti? -silencio, sólo el incesante golpeteo de las lágrimas del cielo rompían aquel hiriente silencio.

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